CHICAGO.- Cuando se canceló el Maratón de Chicago debido al coronavirus, la monja Stephanie Baliga se puso las zapatillas y decidió correr los 42,2 kilómetros (26,2 millas) de la prueba en el sótano de su convento.
Todo empezó con una promesa. Baliga le dijo a su equipo de corredores de la iglesia que si la prueba se cancelaba, correría un maratón en una cinta para recaudar dinero para el comedor de la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles. Pensaba hacerlo sola, a partir de las 4:00 de la mañana, acompañada por música.
Pero mi amiga me convenció de que eso era una locura”, expresó. “Dijo que la gente no corre maratones en la cinta del sótano y que debería hablar con otros”.
Por eso, la corrida del 23 de agosto fue transmitida en vivo vía Zoom y difundida por YouTube. Ese día, la monja de 32 años se colocó en la cabeza una banda con la bandera de Estados Unidos y corrió junto a estatuas de San Francisco de Asís y de la Virgen María.
No estaban las multitudes que vio en las últimas nueve ediciones del Maratón de Chicago, en las que participó. Pero pudo ver las sonrisas de amigos de la secundaria y la universidad, de miembros del clero y de familiares que se conectaron y la alentaron desde la pantalla.
Parece que mucha gente pudo divertirse alentándome en estos momentos tan duros para tantos”, comentó Baliga. “Me conmueve el extraordinario apoyo que me dio la gente”.
Mientras corría, rezaba el rosario, pedía por sus partidarios y, sobre todo, rezaba por la gente que contrajo el virus y por quienes quedaron aislados durante la crisis del Covid-19.
Esto no es nada comparado con lo que ha debido soportar mucha gente durante esta pandemia”, manifestó.
Los últimos 30 minutos, admitió, fueron durísimos.
Rezaba para poder llegar”, declaró.
El empujón final se lo dio Deenan Kastor, medallista de bronce en los juegos olímpicos del 2004. “La idolatraba de niña, fue muy lindo recibir su apoyo” por la pantalla, dijo Baliga. “Eso me distrajo y me hizo olvidar el dolor”.
Baliga presentó un respetable tiempo de tres horas y 33 minutos al Libro de Récords Mundiales Guinness para ver si lo aceptan como una nueva marca en cintas.
La única razón por la que lo hice es que nadie lo había hecho antes”, dijo sonriendo.
Lo que es más importante, su maratón en cinta lleva recaudados más de 130 mil dólares para los programas de su misión.
Baliga, quien corre desde los nueve años, compitió en los equipos de campo traviesa de la Universidad de Illinois, donde estudió economía y geografía. Dijo que su vida cambió luego de una fuerte experiencia cuando rezaba. Sintió el llamado para ser monja.
Pero nunca dejó de correr. Tras unirse a la orden de los Franciscanos de la Eucaristía de Chicago, armó el equipo de corredores de Nuestra Señora de los Ángeles para recaudar fondos para los pobres.
Todos desempeñamos un papel importante. Todas nuestras acciones están conectadas”, manifestó. “Es importante, especialmente ahora, en que hay tanta gente que se siente aislada y distante, que la gente se siga sacrificando por los demás y siendo bondadosa”.