LONDRES.- Miles de personas hicieron fila de más de 5 kilómetros durante la noche para pasar el jueves junto al ataúd de la reina Isabel II en el Salón de Westminster del Parlamento, en una jornada que el rey Carlos III pasaría en privado para reflexionar sobre su primera semana en el trono.
La fila para ver a la reina en cuerpo presente se extendía el jueves por la mañana 5.6 kilómetros (3.5 millas) hasta el Puente de la Torre. Recorría la orilla sur del río Támesis, y después cruzaba por un puente hasta el Parlamento. Miles de personas aguardaban sin importar las horas de espera.
Me alegro de que hubiera una fila, porque nos dio tiempo para ver lo que nos esperaba, nos preparó y absorbimos todo el ambiente”, dijo Nimisha Maroo, trabajadora de salud. “No me habría gustado si hubiera tenido que pasar a toda prisa”.
Tras un día de ceremonias y emociones en el que la reina fue trasladada en un solemne cortejo fúnebre desde el Palacio de Buckingham, el rey pasaría la jornada en “reflexión privada” en su residencia de Highgrove, en el oeste de Inglaterra. Carlos ha hablado por teléfono con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y tenía previsto hablar con varios líderes mundiales, muchos de los cuales acudirían a Londres el lunes para el funeral de la reina.
El heredero al trono, el príncipe Guillermo, y su esposa Catalina, princesa de Gales, visitarían la finca de la familia real en Sandringham, en el este de Inglaterra, para ver algunas de las ofrendas dejadas por la gente.
La reina estará en cuerpo presente en el Salón de Westminster hasta el lunes.
El despliegue de duelo masivo era una enorme operación logística, con una ruta designada de 16 kilómetros (10 millas) salpicada de puestos de primeros auxilios y más de 500 baños portátiles. Había mil asistentes en todo momento y 30 líderes religiosos de diferentes confesiones pasaban para hablar con las personas en fila.
El arzobispo de Canterbury Justin Welby, líder espiritual de la Iglesia anglicana, vestía un chaleco reflectante con las palabras “Equipo Fe” mientras hablaba a los dolientes.
Welby, que dirigió una misa para la familia real cuando el ataúd de Isabel llegó al Salón Westminster, recordó a la reina como “alguien en quien se podía confiar totalmente, por completo y absolutamente, de una sabiduría destacada”.
Miles de personas han presentado ya sus respetos y pasado junto al ataúd, sobre el que se han colocado el estandarte real y una corona con diamantes.
Personas ancianas y jóvenes, con trajes oscuros o tejanos y zapatillas, pasaban en una hilera constante por el histórico salón, donde fueron juzgados Guy Fawkes y Carlos I y donde reyes y reinas medievales ofrecieron magníficos banquetes.
Keith Smart, ingeniero y veterano del Ejército británico, se enjugó las lágrimas al salir del lugar. Dijo que había esperado más de 10 horas para tener la oportunidad de despedirse.
Todo el mundo se comportó de forma impecable. No había malicia, todos eran amigos. Fue fantástico”, dijo sobre la gente en la fila. “Y después, al entrar en esa sala y verlo, me desmoroné. No me incliné, me arrodillé en el suelo, de rodillas, incliné mi cabeza ante la reina”.
El silencio de la noche se rompió cuando uno de los guardias que velaba en torno al ataúd se desplomó. La retransmisión en vivo del lugar mostraba cómo el hombre, que tenía el pecho adornado con medallas, oscilaba sobre sus pies antes de caer el suelo hacia delante. Dos policías se apresuraron a ayudarle.
Desde que la reina falleció el 8 de septiembre en Escocia, una multitud se ha reunido para presenciar los desplazamientos del ataúd en su largo viaje hasta Londres. Unas 33 mil personas pasaron por la Catedral de St. Giles, en Edimburgo, y miles de personas se congregaron el martes pese a la típica lluvia de Londres cuando el féretro fue trasladado despacio en auto desde una base aérea y hasta el Palacio de Buckingham.