LAKE CHARLES, Luisiana.- La costa de Luisiana devastada por el huracán Laura comenzó el viernes una larga y sombría recuperación, con cientos de miles de personas sin agua ni electricidad que enfrentan la posibilidad de que los servicios básicos no sean restablecidos durante semanas o incluso más tiempo. El número de muertos subió a por lo menos 14.
Un día después de que la tormenta de categoría 4 desatara su furia, más cadáveres fueron encontrados en Luisiana y el estado vecino de Texas. Entre los fallecidos están cinco personas que perdieron la vida por caída de árboles y una que se ahogó en una embarcación. Ocho murieron intoxicadas por monóxido de carbono debido al uso inseguro de generadores, incluidas tres dentro de un salón de billar en Texas, donde las autoridades dijeron que el propietario había brindado refugio a siete vietnamitas de botes camaroneros y a hombres sin casa. Las otras cuatro personas se encontraban en estado grave.
La falta de servicios esenciales era desalentadora para muchos habitantes desalojados que deseaban volver a sus hogares.
Chad Peterson planeaba proteger con madera una ventana e irse a Florida. “No hay electricidad. No hay agua. No hay servicios”, afirmó.
Miles de personas que atendieron las sombrías advertencias y huyeron de la costa del Golfo de México regresaban para encontrar sus casas sin techo, caminos con escombros esparcidos y la probabilidad de una difícil recuperación que podría tardar meses.
Necesitamos ayuda”, dijo Lawrence “Lee” Faulk, de 57 años, quien regresó a una casa sin techo en el muy golpeado distrito de Cameron, que estaba salpicado de cables de electricidad caídos.
“Necesitamos hielo, agua, lonas azules, cualquier cosa que uno vincularía con una tormenta, la necesitamos. Para ayer”, agregó. Su almacén de metal, de 2,2 metros cuadrados (24 pies cuadrados) fue arrojado contra los robles de un vecino.
La Casa Blanca dijo que el presidente Donald Trump visitaría el sábado la región para recorrer lugares dañados.
Manejar se convirtió en una hazaña en Lake Charles, una ciudad de 80.000 habitantes que sufrió algunos de los peores daños. Cables eléctricos y árboles bloqueaban caminos o causaban que hubiera un solo carril disponible en el que los conductores tenían que maniobrar frente al tránsito en sentido contrario. Los letreros de las calles fueron arrancados o quedaron colgando de los lugares donde se encontraban y los semáforos no funcionaban, dando pie a un ejercicio de confianza con quienes se compartían los caminos.