SANTIAGO, Nuevo León.- Cuando un moderno bulevar a las orillas de la presa La Boca se inauguró hacia finales de 2021 en la localidad norteña de Santiago, en México, la comerciante Leticia Rodríguez festejó la obra confiada en que le daría un nuevo impulso a su restaurante.
Meses después, su celebración se convirtió en una pesadilla. Las altas temperaturas y una severa sequía que azota el norte del país fueron secando hasta reducir a menos de 95% la capacidad de La Boca, que a pesar de ser una presa pequeña, de 39 millones de metros cúbicos, tiene una importancia estratégica debido a que surte el sur de la ciudad industrial de Monterrey.
Embarcaciones encalladas entre largas extensiones de terreno resquebrado, un restaurante flotante enterrado en lo que fue un lecho lateral del embalse, y decenas de patos que escarban desesperados en una cada vez más mermada orilla en busca de algo de alimento es ahora lo que se puede encontrar en La Boca.
Monterrey, capital del estado de Nuevo León, hoy enfrenta una de las mayores crisis hídricas en más de tres décadas, lo que ha obligado a sus cinco millones de habitantes a vivir bajo cortes diarios de agua de más de 12 horas —en algunos casos hasta de semanas— y tener que abastecerse de cisternas y pozos subterráneos, lo que ha exacerbado el malestar entre los pobladores y las protestas callejeras.
A los problemas generados por la crisis hídrica se han sumado los impactos económicos que han alcanzado a muchas pequeñas empresas del sector turismo y servicios que tuvieron que cerrar luego de que la escasez de agua ahuyentó a los turistas y cayeron sus ingresos, lo que dejó en la calle a decenas de trabajadores.
Las dificultades con el agua no son exclusivas de Monterrey. Ante el empeoramiento de los suministros del vital líquido en varias regiones del norte y centro del país, la Comisión Nacional del Agua de México puso en vigencia esta semana un acuerdo de declaratoria de emergencia para aplicar medidas transitorias que permitan garantizar el abasto de agua en diferente regiones según lo que reporte el Monitor de Sequía, que ha reconocido que casi la mitad del país enfrenta problemas de sequía.
La sequía que golpea parte de México está asociada al fenómeno meteorológico de La Niña, que genera mucha o muy poca lluvia dependiendo de las condiciones de cada región y sus efectos se han intensificado por el cambio climático.
La crisis hídrica de Monterrey escaló esta semana luego que la presa Cerro Prieto llegó a menos de 0,5% de su capacidad, lo que dejó al polo industrial sin su segundo mayor embalse y dependiendo de la presa de El Cuchillo, que está a 46% de su capacidad, según indicó a The Associated Press el arquitecto Juan Ignacio Barragán, director general de la agencia estatal Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey.
El profesor investigador de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tecnológico de Monterrey, Aldo Iván Ramírez, afirmó que aunque la crisis es preocupante, es “mucho mejor que en muchas otras localidades del país”, y agregó que en este caso se han encendido las alarmas por la importancia que tiene la ciudad como polo industrial que genera cerca del 12% del Producto Interno Bruto del país.
Ramírez recordó que en 1998 y 2013 Monterrey enfrentó otros episodios importantes de sequía, pero ahora la situación se ha complicado porque se perdió Cerro Prieto y se depende exclusivamente de la presa El Cuchillo, que tiene una capacidad de 1.200 millones de metros cúbicos.
Para ayudar en la contingencia el sector industrial del estado de Nuevo León se comprometió esta semana a aportar 24,7 millones de metros cúbicos de aguas subterráneas que tienen en concesión, mientras que el sector agrícola anunció que cederá la mitad de sus derechos de aguas subterránes a favor del estado.
Las autoridades y especialistas prevén que las próximas semanas serán las más críticas y reconocen que de demorarse el período de lluvias, previsto para la tercera semana de agosto, se tendrán que extender los cortes de agua y los suministros a través de cisternas.
El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció el lunes que la situación en Monterrey “es grave” y por eso pidió más apoyo del sector privado tanto de quienes tienen agua para riego como de las empresas refresqueras o cerveceras que en algunos casos ya están cediendo agua pero en otros no”.
“Hay que seguir aportando e incluso detener la producción y dedicar todo el agua que se requiera a la gente”, indicó.
Los impactos colaterales de esta crisis ya se ha comenzado sentir. Así lo reconoció Rodríguez, quien es oriunda de Santiago, una pequeña localidad vecina a Monterrey, y propietaria desde hace dos décadas de un restaurante ubicado frente a La Boca. La comerciante relató que los alrededores de la presa, que solían estar repletos de cientos de turistas que cada fin de semana se concentraban en el lugar para pasear en bote, practicar canotaje o esquiar, ahora están desolados.
Desde que hicieron el malecón fue como una maldición”, afirmó Rodríguez, de 54 años, mientras señala la estructura abandonada de un restaurante que operaba sobre las aguas de La Boca que debió cerrar este año luego que se vació la mayor parte de la presa y dejaron de llegar los turistas.
Para mí esto es peor que en la pandemia porque por lo menos en la pandemia había gente”, dijo la comerciante al relatar que durante los meses que se impuso la cuarenta por el coronavirus pudo mantener a flote a su restaurante gracias a los pedidos para llevar, pero que al secarse la presa se fueron los clientes y sus ventas cayeron al suelo, lo que la obligó en abril a despedir a la mayor parte de sus empleados y asumir junto a su esposo e hijos el manejo del local.
La única esperanza es que llueva. Que llegue así sea una colita de un huracán para que se recupere la presa porque eso es lo que más nos está matando”, dijo Rodríguez al reconocer que el futuro de su única fuente de ingreso es incierto.
Sentado en una de las de sillas de un viejo muelle flotante, que cerró al secarse la presa, Juan Pérez, un habitante de Santiago de 65 años, admitió que aún no se acostumbra al cierre del lugar donde laboró por años llevando turistas para pasear en los botes. Pérez fue uno de los 60 trabajadores que quedó desempleado al quebrar el negocio de las embarcaciones. Ahora el humilde habitante sobrevive trabajando como empleado de limpieza de la alcaldía de Santiago.