CIUDAD DE MÉXICO.- El grito de ¡Viva México! resonó en el Zócalo capitalino, pero no fue el grito de un Presidente el que encendió a la gente, sino el de Los Tigres del Norte a punto de entonar «La Puerta Negra».
La agrupación fue la encargada de prender el espíritu patrio en el Zócalo anoche, en el regreso de los mexicanos a la plaza para celebrar sus fiestas patrias, y para ello se portaron como jefes de la música popular.
Su repertorio esa suficiente para llenar las casi tres horas de show, pero decidieron no limitarse e ir más allá para garantizar la diversión y orgullo de las 140 mil personas que asistieron a verlos, cifra tuiteada por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum.
Si alguien se preguntaba cómo podían prender más que con sus hits, la respuesta fue clara cuando en el entarimado se les unió un grupo de mariachis, que entonaron «El Son de la Negra», mientras charros bailaban con mujeres que portaban trajes típicos.
A esto siguió un homenaje a Vicente Fernández y junto con el mariachi dieron a la gente su versión de «La Ley del Monte», «De Qué Manera te Olvido», «Por Tu Maldito Amor», «Hermoso Cariño» y «Mujeres Divinas».
Todos los aplausos que den van directamente para Vicente», avisó Jorge Hernández, el vocalista.
La fiesta arrancó a las 20:47 horas con «Jefe de Jefes», uno de sus temas más populares, un claro aviso de que aventarían toda la carne al asador. A este siguieron «Ni Parientes Somos» y «Contrabando y Traición».
«Nuestro sello es complacer… ¿Cuál quieren», preguntó Luis Hernández, uno de los integrantes del grupo, a lo que la gente contestaba con múltiples peticiones. Y los temas iban del amor a los narcocorridos.
Cerca del escenario no había posibilidad de moverse, pero algunos entraban en ambiente con tragos de alcohol que habían logrado ingresar pese a los puntos de revisión.
Más atrás de la plancha sí se podía bailar, y así lo hacían las parejas, aunque algunos preferían descansar en los espacios vacíos antes del Grito, pues la espera había minado sus fuerzas.
Desde las 6:00 de la tarde Los Tigres ya eran esperados por gente disfrazada de héroes patrios, que portaban sombreros, y familias enteras, listas para un festejo eterno. Tanta fiesta quería la gente que incluso se divirtieron horas antes animando a un barrendero que ondeaba una bandera y a un chico que tocaba una trompeta desafinadamente. Todo fue válido esa noche.